Cuando hace casi tres años me saqué el carné de conducir me pasó algo parecido. De repente era uno más que podían matar a ciento veinte quilómetros por hora o más. El miércoles día uno de julio tuve el examen de licenciatura que me separaba desde hacía un mes de mi querida licencia para matricularme en la mayoría de las maestrías. Ahora ya soy otro licenciado más con la necesidad de ir a recoger el resguardo de la dicha licencia para poder seguir estudiando. Mi vida cómoda, mi vida estudiantil, mi vida en resumidas cuentas, la época de toda mi dicha y mis vicios, mi infancia, mi tiempo de disfrute, empieza a bajar su telón y me deja al frente de un escenario que me vio nacer y que pronto me verá morir, y es que si veinte años no son nada, ¿qué puedo esperar de los cuarenta y los sesenta, si Dios y tu padre manejando borracho quieren que llegue, y ojalá así sea, si no son más que veinte por dos y por tres respectivamente?
Pero es mejor que no me ponga triste porque esta semana llevo un largo historial y sé que puedo crear una bola gigante de minúsuclos copos, y eso no nos gusta ni a vosotros ni a mí, así que dejaré de lado la melancolía del tiempo pasado, que dudo que alguna vez fuere mejor (aunque a veces dudo de mi propia duda y añoro), y hablaré de mi futuro, que es incierto. Desde hace unos meses tengo una enorme ilusión por algo que prefiero no mencionar para que los astros gafes no me la roben y me dejen desamparado. También ando planeando, como os he dicho antes, entrar en una maestría, quizá de comunicanción. De todos modos, aún he de asumir que nuestro examen fue algo entre un regalo y una graciosa concesión de los dioses aparte del hecho de que todavía no he empezado casi a digerir mi aprobado. Ya veis que, por otro lado, también me invade la alegría. Acaso sea por eso que estoy tan gordo últimamente.
Y ahora nos queda el verano, una tierra cuyas mañanas se te pegan en la ropa, cuyas tardes dejan entrever un infierno que se apaga dejando tras de sí miles de cadáveres por las calles y cuyas noches te atormentan cuando te quedas a solas en tu habitación. Por fin tenemos un momento en que pararnos sin sentirnos culpables y visitar a nuestros amigos, acortar nuestras vidas y ejecutar nuestros vicios con dedicación y actividad. Para mí quizás sea uno de los últimos veranos de mi vida, así que tendré que aprovecharlo para conocer a todo el que se quiera acercar a mí con buenas intenciones, para disfrutar con mis más viejos y queridos amigos, para revivir con Marujita y Amapola esas calurosas y divertidas escenas de la que es posiblemente la mejor película, "The Rocky Horror picture show", y para cerrar el capítulo de mi vida que más amaré y añoraré durante el tiempo que me resta de vida con el mejor broche con que se pueda decorar nada.
Y poco más os puedo contar. Las Moiras respetan nuestros hilos en estos inciertos tiempos en que montones de celebridades caen como si hubiere una pandemia a que somos inmunes los anónimos. Mientras tanto, yo sigo buscando juegos con que disfrutar y explotando otros como el Castlevania: Judgment (adoro ese nombre; de hecho creo que no han podido poner uno mejor) y el Super Smash Bros Brawl, que la vida son tres días y durante dos llueve.
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